Querido lector, se me ocurre hoy hablar de la vocación particular a la que Dios nos llama. Muchas veces la gente joven nos pregunta a los sacerdotes a propósito de ella, de cómo Dios llama, de cómo hay que responder. Vemos como se acentúa demasiado entre algunos cristianos el pesimismo a propósito de la falta de vocaciones... Ante esto hay que decir que la crisis no es de vocaciones sino de respuestas, ¡pues Dios sigue llamando! Y añadir que tanto mal augurio entre nosotros ahoga a la Iglesia: ¡que poco se habla de tantos y tantos jóvenes valientes dispuestos a poner en juego su vida para seguir al Señor! No son mayoría... ¡pero los hay! Tampoco los doce apóstoles lo eran.
Como dije, Dios sigue llamando, de diversas formas, al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio, cada vocación es única y preciosa. No existen vocaciones mejores que otras, no las hay de primera y segunda división. Dios tiene un camino irrepetible para cada persona, y la vocación más bonita de todas es la propia de cada uno pues es la historia que el Señor va escribiendo personalmente en la vida de quien le sigue.
¡Por eso no hay que compararse con nadie! Hay que desterrar el mirar con superioridad a otros porque nosotros tengamos una u otra vocación, y eliminar todo lo que sea sentirse acomplejado ante lo que Dios va haciendo con los demás.
Simplemente hay que, sin miedo, ofrecer la vida a Dios, con confianza preguntarle qué quiere de nosotros. ¡Si le damos todo a Dios Él nos lo dará todo, y mucho más! Ahí está el secreto de la verdadera felicidad, de la alegría que nunca se agota, en no negarle nada a Dios, abandonarse en sus manos para lo que nos pida.
Nadie es tan libre como quien sigue la vocación a la que Dios le llama, la verdadera libertad se encuentra en salir de nosotros mismos para darnos al Señor y a los demás. Al vivir para nosotros mismos, al guardarnos rincones del corazón para nosotros, no llegamos a vivir en esta libertad, ¡nos quedamos a las puertas de la plena felicidad! Confiar en Dios nos puede resultar difícil, pero es el camino.
Dios irá haciendo el resto, la persona que se ofrece va viendo cómo Él va respondiendo y construyendo una historia nueva, eliminado lo que sobra y poniendo lo que falta. ¡Nunca falla si confiamos en Él! Es bueno para quien tiene inquietud preguntar alguien de confianza que viva con alegría su vocación cómo es su historia con Dios, eso siempre ayuda a eliminar prejuicios y relativizar problemas.
Es fundamental cuidar la vida de oración todos los días, y los sacramentos, y, por supuesto, pedir ayuda en la dirección espiritual, sin ningún miedo, pues el cura sabe mucho del corazón humano y podrá ayudarnos mucho a no pasar solos las dificultades y alegrías del camino que Dios nos da. ¡Adelante! También hay cruz, si, y en la perseverancia se aprende a amarla.
Mucho más se puede escribir de esto pero... ¡otro día! Hasta otro artículo, amigo lector, y que Dios te bendiga.
3 comentarios:
Estas ardiendo!!! que bonito de nuevo , has leido lo que Mateo escribio......Testigos del Amor Palabra de Dios Vivida...como un único Hijo se entrega al Amor de Dios y a pesar de que al principio me disguste me enfurecí tanto..que ahora grito en silencio por la alegría que me dá Mateo!!! siempre rezo por vosotros por su vocación y la continuidad llena de amor a los demás!!! Un abrazo Patxi!!QUE DIOS TE SIGA BENDICIENDO A TRAVEZ DE UNA LETRA!!!
Hola Padre! Espero que estés muy bien.
Gracias por compartir el blog sobre la vocación, es algo tan complejo, pero muy interesante. Te soy sincero, estoy confundido sobre el llamado que Dios me está haciendo, he vivido muchas experiencias y de momento siento que tengo muchos caminos.
No se si realmente me está haciendo el llamado al Sacerdocio, a veces siento que si, me emociono, visualizo, a veces me da temor, desánimo cuando peco.
A final de cuentas, todo está en la oración, los sacramentos (como comentas), en las actividades y la pastoral. Cuídate mucho Padre, que Dios te bendiga en tu misión. Saludos desde México.
Gracias Rocío Esther¡
Saludos Pepe Toño¡ Yo creo que nada mejor que poner eso delante de Dios en la oración todos los días, y buscar un sacerdote de confianza con quien poder hablarlo acata a cara¡ Un abrazo
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