jueves, 5 de diciembre de 2013

Introduciéndose en la Evangelii Gaudium (1-18)

¡Hola, hola, hola!

Querido lector, ¡recuerdo pocos documentos del Magisterio que hablen con un lenguaje tan directo como la Evangelii Gaudium! Es el estilo de Francisco, pero no en una simple homilía o discurso sino en 288 puntos seguidos. Las homilías que el Papa nos va dejando cada día son un pequeño trailer del gran largometraje que supone esta exhortación. Un experto crítico de cine añadiría que el documento no pierde tensión, ni ritmo según van pasando las páginas. Yo, ni experto en cine, ni en documentos, ni en ritmo, ni en tensión... te la recomiendo vivamente, y quería escribir un poco sobre la introducción.

Leer los 18 primeros puntos de la exhortación me hizo recordar aquel pasaje bíblico de los de Emaus: "¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba?". ¡Qué muestra de alegría y de optimismo de esta introducción! Qué fuerza para recordarnos lo importante y dejar de lado lo mediocre. Qué palabras tan hermosas para decirnos de la belleza de Dios y el cómo también nosotros debemos mostrar a los demás esta belleza. Genio magisterial el del Papa Francisco.

Simplemente te dejo, querido lector, escritas la frases de cada punto que más me han llamado la atención. ¡Es difícil seleccionar! Y bueno, ya si quieres nos compartes alguna de las tuyas en los comentarios. Aquí van...

1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.

2. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

3. Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia.

4. Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios.

5. Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20)

6. Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua.

7. La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría.

8. Si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?

9. Quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.

10. Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral.

11. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. 

12. «Es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.

13. Jesús nos deja la Eucaristía como memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más en la Pascua.

14. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría.

15. Hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera».

16. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios.

17. Aquí he optado por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo.

18. De esta manera, podamos acoger, en medio de nuestro compromiso diario, la exhortación de la Palabra de Dios: «Alegraos siempre en el Señor. Os lo repito, ¡alegraos!» (Flp 4,4).

Y hasta aquí por hoy, querido lector. Seguiremos con los puntos siguientes, ¡pero más adelante!, que esas son otras historias y tendrán que ser contadas en otro momento. Hasta entonces, Dios te bendiga.

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