jueves, 24 de octubre de 2013

El testimonio de fe que dio una buena mujer

¡Hola, hola hola!

Querido lector, el otro día se me acercó una mujer al confesionario para pedirme que fuera a dar la unción a su madre, que, muy malita, estaba en cama viviendo sus últimos días en casa. Allí me planté en seguida con los óleos y el ritual en la mano, para rezar con la buena mujer y su familia. Siempre me pongo nervioso antes de las unciones, no son muchas las que he dado desde que soy cura. Y siempre salgo, al acabar, impresionado y edificado por el testimonio de fe que me dan los enfermos. Te cuento.


Lo había visto en otras ocasiones, y nuevamente ha sido así en esta. La mujer estaba efectivamente muy malita, respirando con dificultad, sin poder hablar. Los familiares puestos alrededor, con cara de preocupación, tristeza. Es entrar el sacerdote en la habitación y la mujer empezar a sonreír, es empezar a hacer oraciones junto con la familia y la ella recuperar el habla para unirse a nosotros, es darle la comunión y ella cerrar los ojos y quedarse sumida en la acción de gracias a Dios, que había querido acercarse a su casa a estar con ella. ¡Hermosos milagros! Aquella mujer no nos dio un discurso, no había estudiado, quizás ni siquiera pudiera leer y escribir bien, me dijeron que no tenía tampoco grandes posesiones materiales,  pero aquella mujer hizo lo más grande que se puede hacer en la vida: permanecer con Dios hasta el final. Que vida tan preciosa.
¡Grandes milagros! Los de Dios, Jesucristo, que quiere acompañar a cada persona en cada momento, y hacerse cercano especialmente en los momentos de sufrimiento y dolor que tan bien Él conoce. Dios que quiere estar presente hasta en los momentos finales de esta vida para recibirnos en la otra, en la eterna. Dios, quien hace sonreír, alegrarse y rezar a una buena mujer llena de dolores, quien hace comprender y unirse en oración a su familia en medio del dolor. ¡Dios, quien a todo da sentido!

Privilegiado me siento muchas veces por ver estos milagros de Dios. Admirado del ejemplo de fe fuerte de toda una vida que me dio esta mujer. Agradecido de que los sacerdotes podamos ser puentes para llevar a Dios a los hombres. Sólo me queda, querido lector, pedirte muchas oraciones por los sacerdotes y por esta vocación, también por las personas que están enfermas, en especial los que no ven a Dios en esos momentos de sufrimiento. Y que, llegada situación tan difícil para nosotros, sepaos agarrarnos a Él con tanta fuerza, cmo la buena mujer. Es por ello que quería compartir contigo esta experiencia hoy.

Son muchas, ¡muchas otras experiencias!, las que Dios nos regala cada día. En otro momento te cuento más. Hasta, entonces, que Dios te bendiga, amigo lector. 

1 comentario:

rocioesther dijo...

Mi abrazo fraterno......