Querido lector, hay un hombre en mi parroquia que siempre que se despide de mí me dice una cosa: "¡se santo, se santo, se santo!". Y la verdad es que me encanta que me lo recuerde, primero porque los hombres tenemos memoria de pez y en los quehaceres de cada día se nos olvidan las cosas fundamentales para las que vivimos, y segundo porque... ¿podemos aspirar a algo más grande que a la santidad?
Recientemente el Papa Francisco nos urgía también a tener por meta la santidad. Tengo también recuerdos de Juan Pablo II y Benedicto XVI clamándonos con fuerza la necesidad de ser santos. Cada canonización hecha por los Papas es una llamada de Dios a tomarnos en serio nuestra propia santidad. Los santos son modelo de entrega a Dios, de vidas vividas desde el Evangelio, de personas que han sabido seguir a Jesucristo allá donde estaban siguiendo su propia vocación. Decía Pablo VI que "el mundo tiene mas necesidad de testigos que de maestros" (1), y eso precisamente son los santos: testigos del amor de Dios, portadores de esperanza para los hermanos, que con su fe han vivido la vida entregada. ¡Y felices! Muy felices.
Querido lector, la historia de la Iglesia nos habla de santos de todo tipo, en todo lugar, de toda edad. ¡Ellos nos testimonian que esto que me dice siempre el hombre de mi parroquia es posible! ¡La santidad es posible! A veces pensamos que nos falta mucho pero... creo que no se trata tanto de lo que nos falta como de lo que nos sobra para alcanzarlo. Y en eso que nos sobra es donde hay que dejar actuar a Dios, colaborar con su gracia.
Porque, por supuesto, la santidad es un regalo que Dios nos hace, no depende de nuestra voluntad y empeño, pues no nos la damos a nosotros mismos, pero claro, como en todo don que Dios da nosotros tenemos que colaborar en recibirlo. ¿Qué es este colaborar con la gracia de Dios? Vivir la vida con Él, teniéndole siempre presente, sabiendo que Él siempre está cerca nuestra y nos comprende siempre. Vivir la vida de oración y sacramentos, ahí es donde tocamos a Dios. Si estamos cerca de Dios su luz brilla en nosotros, y podremos también llevar a otros esta luz; pero lejos de Dios dejamos de brillar con su luz, y si nos empeñamos en brillar con la nuestra valdrá de poco.
Querido lector, ¡a ser santos! No dejes de recordarlo, de recordárselo a otros y de recordármelo a mí. No hay un don más sublime... Y ya hablaremos mas de ello, pero mejor otro día, porque esa será otra historia y tendrá que ser contada en otro momento. Hasta entonces... Dios te bendiga, amigo o amiga.
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(1) Este es, por cierto, el lema de Blogueros con el Papa, te recomiendo que te pases y les conozcas
2 comentarios:
QUE DIOS TE BENDIGA POR RECORDAR ...SIEMPRE EN TUS ESCRITOS QUE DIOS ESTE DE PRIMERO EN NUESTRAS VIDAS;Y A ESTAR CERCA DE DIOS. MUCHA ESENCIA EN TUS ESCRITOS.....UN ABRAZO MI QUERIDO PATXI....
¡¡¡Sé santo, sé santo , sé santo .!!!
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