¡Hola, hola, hola!
Querido lector... ¡Terminó la JMJ! No me salen mas que pensamientos de gratitud hacia Dios por lo que hemos vivido estos días (aunque, este escribe lo haya vivido desde muy lejos). Genial el Papa. ¡Nunca el mundo de los periodistas había conocido a alguien capaz de dar tantos titulares con tan pocas frases! Titulares que muchos plasman muy bien y otros sacan de quicio de acuerdo a sus intereses pero... qué le vamos a hacer...
Me quedo con todas y cada una de las palabras que ha dicho Francisco, con cada uno de sus gestos. Es increíble la fuerza con la que comunica cada cosa que dice. Se nota que está enamorado. Cercano y muy valiente para proponernos a todos la radicalidad en el seguimiento de Jesucristo, el ponerle solo a Él en el centro de nuestra vida. Al hablar parecía estar dirigiéndose a cada uno de los que estábamos escuchando en particular.
Y me quedo también con el testimonio de tantos jóvenes allí reunidos, radiantes, mostrando al mundo entero que los contemplaba la felicidad de haber conocido a Jesucristo, la alegría de ser Iglesia. Tres millones había, dicen casi todos los medios, dos millones dicen los más contrarios al cristianismo (lo cual es muy significativo). Da igual... La playa de Copacabana eran una imagen de varios kilómetros ocupados por la alegría de estos millones de jóvenes. ¡Qué distinta la JMJ de Tomorrowland! ¡Qué dos juventudes tan distintas en sus objetivos al haberse reunido, en lo que estaban buscando allí!
En el fondo, unos y otros buscaban lo mismo, aunque los otros no lo supieran. Sólo Dios puede llenar todos los huecos del corazón de una persona, responder a sus preguntas, hacer comprender sus inquietudes. Sólo Dios. Y así lo mostró Francisco, que puso en todo momento a Jesucristo como el protagonista de su viaje, como el único por el que merece la pena entregar la vida entera, como el secreto de la felicidad.
Como dije, solo me sale agradecimiento: hemos vivido una JMJ fantástica. Y recuerdo que el Papa nos invitó a ser también protagonistas con Cristo en la historia que nos toca vivir... Nos invitó pues a no quedarnos quietos, a pasar de peregrinos a misioneros. Sin miedo. Merece la pena. ¡Y no hay que esperar a Cracovia! (pero ojalá podamos ir).
¡Hasta más leernos y escribirnos, querido lector! Dios te bendiga.
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