En
el NUEVO TESTAMENTO se completa la REVELACIÓN de Dios. Los cuatro
evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son el corazón de la Sagrada
Escritura y el tesoro más preciado de la Iglesia. En ellos se muestra el
Hijo de Dios tal como es y nos sale al encuentro. En los Hechos de los
Apóstoles aprendemos acerca de los inicios de la Iglesia y de la acción
del Espíritu Santo. En las cartas apostólicas se pone la vida de los
hombres en todos sus aspectos ante la luz de Cristo. En el Apocalipsis
vemos anticipadamente el fin de los tiempos. (CEC 124-127, 128-130, 140)
Jesús
es todo lo que Dios nos quiere decir. Todo el ANTIGUO TESTAMENTO
prepara la Encarnación del Hijo de Dios. Todas las promesas de Dios
encuentran su cumplimiento en Jesús. Ser cristiano quiere decir unirse
cada vez más profundamente con la vida de Cristo. Para ello hay que leer
y vivir los evangelios. Madeleine Delbrél dice: «A través de su Palabra
Dios nos dice quién es y lo que quiere; nos lo dice de manera
definitiva y para cada día. Cuando tenemos en las manos el Evangelio
deberíamos considerar que allí habita la Palabra que quiere hacerse
carne en nosotros, apoderarse de nosotros para que comencemos de nuevo
su vida en un lugar nuevo, en un tiempo nuevo, en un nuevo entorno
humano».
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