martes, 9 de septiembre de 2014

Tu tranquilo, ya se te pasará...

¡Hola, hola, hola!

Querido lector...

Te da un bajón de tristeza porque has ido a comprar las entradas de tu grupo electro-pop-rock de turno favorito y cuando llegas a la taquilla ya no quedan. Un amigo tuyo para consolarte te da un par de palmadas en la espalda y con voz profunda y segura, en plan Morgan Freeman, te dice aquello de "tu tranquilo, ya se te pasará".

Has estudiado mucho para un examen de los importantes. Llegas nervioso a clase y cuando miras la hoja resulta que ha caído una pregunta que pensabas que no entraba y ni por asomo se te ha ocurrido estudiar. La rabia y la desesperación te inunda y te sale por los poros a la hora del recreo, y un colega de clase se te acerca, te sonríe y con alegre y animosa expresión de cara te dice: "tu tranquilo, ya se te pasará".

Estás muy contento, acabas de ver por la tele como tu equipo acaba ganar la recontracopa universal, ¡sois los mejores del mundo! ¡lo que te vas a reír mañana de tus amigos! De hecho, no puedes esperar para mandar un whatsapp a uno de ellos para restregarle tu alegría a través de la pantalla. está "en línea" y su respuesta es inmediata: "tu tranquilo, ya se te pasará".

Amigo lector, ¡la de veces que se oye esa frase del "ya se te pasará"! Muchas veces es un consuelo, estoy seguro, pero qué pena cuando los propios cristianos la usamos contra nosotros mismos para quitar importancia a la obra que Dios puede estar haciendo en la vida de los demás. Algunos ejemplos...

Una persona conoce a Dios y comienza a ir a Misa todos los días. Se la puede ver rezando largos ratos de rodillas antes y después de la celebración y hasta reza el rosario y el ángeles cuando va camino de la universidad o el trabajo de turno. Un día se le ocurre animar a otros, que llevan toda la vida en la Iglesia, a hacer lo mismo... La respuesta es corta y precisa: "tu tranquilo, ya se te pasará".

Un joven que descubre el gran bien que es estar en la Iglesia, empieza a darse cuenta que el resto de personas de su parroquia son hermanos y no simplemente unos conocidos a los que hay que tolerar. Comienza a ayudar en grupos de catequesis, en el coro, a ir a reuniones de grupo con otros chicos y chicas de su edad, a proponer nuevas iniciativas para mostrar la alegría de Dios a quienes están alejados... Otro par de jóvenes más mayores lo ven sentados desde la distancia y comentan entre ellos la de cosas que hace el chico o chica de turno, ¡está en todo! En vez de admirarse y cuestionarse sobre hacer lo mismo la conversación finaliza con la sentencia de uno de ellos: "tu tranquilo, ya se le pasará".

Hay otro que después de años y años calentando los domingos el banco de la capilla acaba de tener un encuentro con Dios y se ha dado cuenta de que nada en la vida es más importante y en ninguna otra cosa merece la pena gastar el tiempo mas que en Él. Comienza a acudir a un grupo de oración, a hacer ejercicios espirituales cada año, a ir a encuentros y peregrinaciones con otros jóvenes, a dar testimonio para mover a otros chicos más pequeños a conocer a Dios como él lo ha hecho... Sus amigos, que siguen calentando el último banco de la iglesia, un día se acercan a hablar con él, están preocupados y quieren calmar su ímpetu por hacer cosas y devolverle a su verdadero "lugar" en la parroquia: aquel banco que ya se está empezando a enfriar. El argumento definitivo para decirle les parece sencillo y brillante, lanzado con palabras bonitas en plan "amigos que tanto te quieren" y clavado como un puñal en el corazón del joven valiente: "tu tranquilo, ya se te pasará".

Ni que Dios fuese la malaria, o una mala nota en un examen, o una alegría pasajera... ¡Cuánto daño hacemos con estas expresiones, querido lector! ¡Cuánto daño! A veces los cristianos parecemos dementores, quitándole la alegría a todos los que se cruzan con nosotros. ¡Pero si lo que hay que hacer es justo lo contrario!

¿Y si cambiamos el pesimismo y las excusas baratas sobre lo mal que está todo por un poquito de ilusión por poner la vida en juego para seguir a Cristo y cambiar lo que nos rodea? ¿Y si cambiamos caras largas de indiferencia al escuchar hablar de Dios por un poquito de verdadera alegría, de esa que hace cuestionarse al resto del mundo qué hace con su vida? ¿Y si cambiamos acomodamientos en los bancos de las iglesias y "cristianismo de salón" por dejar que Cristo ocupe el mejor lugar de nuestra vida y ponerse a trabajar para ello? ¿Y si cambiamos largas conversaciones viperinas de juicio y críticas que desunen por un rato de oración juntos, que es lo que une?

Querido lector, si te dan ganas de decir a alguien aquello de "tu tranquilo, ya se te pasará" es mejor que sea cuando de verdad hay algo malo en su vida que le hace daño, pero si es para desanimarle, acomodarle, alejarle de Dios, lo mejor que puede salir de nuestros labios es el silencio, y de nuestra cabeza un cuestionamiento de por qué lo hace así.

Y si eres de los que alguna vez has tenido que soportar la famosa expresión de labios de otros lo mejor que puedo recomendarte que dirijas a Dios una oración que un amigo mío siempre hace en estos casos: "Señor, que no se me pase, me haces feliz".

¡Hasta otro post, amigo! Dios te bendiga.


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