jueves, 10 de octubre de 2013

La sonrisa de las azafatas

¡Hola, hola, hola!

Querido lector, el pasado 4 de octubre se celebró el día mundial de las sonrisas, ¿lo sabias? No se quien lo inventó, se supone que es un día para que cada persona saqué lo mejor de sí en forma de carita sonriente, cual emoticono de whatsapp... Pero, ¿hay que vivir forzando la sonrisa?, ¿es una sonrisa la expresión de la verdadera alegría?

Curiosamente, el mismo día, el Papa Francisco se encontraba en Asís, la ciudad del gran santo del que tomó su nombre, y allí habló de las sonrisas.



Durante el día tuvo varios encuentros con diversas personas, y me llamaron mucho la atención sus palabras a las monjas de clausura. Les habló de la alegría (algo de lo que el Papa habla mucho), y esto es lo que dijo a propósito de las sonrisas: "A mí me da tristeza cuando encuentro monjas que no son alegres. Quizás sonríen, pero con la sonrisa de una azafata, ¿no? Pero no con la sonrisa de la alegría, de esa que viene desde dentro".

Creo que donde pone "monjas" podríamos escribir la palabra "cristianos", podemos incluirnos cualquiera de nosotros. Este ejemplo del Papa es brillante, es genial. ¡No hay que confundir el sonreír por sonreír con una sonrisa de alegría verdadera, de la que Francisco explica que viene de dentro. Una azafata sonríe siempre, es parte de su trabajo de hacer cómodo el viaje al pasajero, es su obligación (¡y lejos de aquí querer criticar a las azafatas con este artículo! ¡Pobrecitas, no es eso!).

Una sonrisa puede ser muy bonita, transmitir serenidad, confianza pero... detrás de ella puede haber malos pensamientos, rencores, odios, indiferencia, tristeza, soledad, vacío... Puede ser forzada y por obligación. Esa sonrisa no es de verdad, es de azafata. Y los cristianos no estamos para andar sonriendo todo el día de forma falsa (¡ya hay mucha gente que hace eso!), no se trata de pasarse las horas forzando contraer los músculos de la cara. Vale más la pena dedicarse menos a sonreír y más a buscar la verdadera alegría, la que da Jesucristo. Una pista: esa alegría hay que buscarla y pedirla, y brota del corazón que se siente amado, que tiene la certeza de que Dios siempre está con él y no se deja arrastrar por sentimientos subjetivos. ¡Y no sonreír a cada minuto no significa que no la tengas, querido lector!

San Francisco de Asís sabe mucho de esta verdadera alegría, él la conoció. El Papa también. El mundo y sus campañas publicitarias de sonrisa permanente y felicidad material saben muy poquito de ella. No llegan ni a la sonrisa de azafata, y esa, amigo lector, es imposible mantener siempre (¡no lo intentes!).

Bueno, querido lector, ¡que Dios vive y está cerca! Nuestra verdadera alegría es otra, y de ahí brotan las sonrisas verdaderas. Mucho más de este tema podría escribirse, supongo, pero son otras historias, así que mejor contra las en otro momento. Hasta más leernos pues, que Dios te bendiga.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Las azafatas también tienen hijos, y son madres y los sonríen con ternura; yo no creo que haya que ponerlas como un mal ejemplo. Gracias a las sonrisas de las azafatas se hacen más llevaderos los viajes largos, se siente uno atendido cordialmente. ¿Y qué pasa con los azafatos? Yo no estoy seguro que el Papa, al que tengo gran estima, se atreva a decir lo mismo de las sonrisas de las periodistas que salen en televisión. Yo, si fuese azafata o azafato y coincidiera con el Papa en un avión, no le sonreiría y le llegaría decir, con respeto y cariño, que en sus viajes le acompañen monjas clarisas.

Patxi Bronchalo dijo...

¡Estoy seguro que es así y el Papa no tiene nada contra las azafatas!(y así lo he puesto en el artículo, míralo).
Solo es un ejemplo, como otros muchos que pone, para ilustrar algo más profundo. No hay que sacarlo de contexto ni buscar tres pies al gato. En realidad con el ejemplo es a muchos de nosotros a los que quiere aletar a no tener hipocresia

Anónimo dijo...

Lo siento, pero yo creo que es el Papa el que saca de contexto la sonrisa de las azafatas, y creo que una persona de su talla espiritual debe de ser prudente con los ejemplos que pone. Ya sé que el Papa no tiene nada contra las azafatas, como no lo tienes tú, pero pones una foto de una de ellas en esta entrada de tu Blog, junto a la del Papa y a la de Teresa para ilustrar... ¿El qué? El que son unas "pobrecillas", como dices; ya lo leí, no me pasó desapercibido.
De verdad que no deseo buscar polémica y el retorcimiento en las cosas y afirmaciones, como no deseo buscar tres pies al gato en las sonrisas de los demás sacándolas de contexto en un ámbito de caridad universal, repito. Soy profesor de niños pequeños desde hace más de treinta años y no te cuento la cantidad de veces que tengo que alentarles con una sonrisa y tragarme mis preocupaciones para que encuentren, en el duro viaje de la vida que acaban de comenzar, una razonable estabilidad emocional en mi rostro. Unas veces, logro sobreponerme y alcanzo a sonreírles, otras reconozco que no lo logro; cuando me ha pasado esto último, en ocasiones, algún niño me ha preguntado qué me pasaba, y cuando eso ha ocurrido me he sentido interpelado en mi interior para sobreponerme a mis dificultades para que estas no se hicieran patentes en mi rostro a los ojos de inocente de los pequeñines. Y lo mismo que yo, también lo harán las azafatas aunque en su interior estén preocupadas por los asuntos familiares que dejan en sus hogares.
Gracias por permitirme intervenir con transparencia en tu Blog. Cierro aquí mis comentarios. Recibe toda mi estima. Un saludo