¡Hola, hola, hola!
¿Cómo estamos querido lector? ¡Feliz agosto!
Hacía tiempo que no escribía... ¡Este blog está lleno de telarañas! Aggg¡ Hace tiempo que no escribía nada, he estado fuera las dos últimas semanas. De campamento. ¿Dónde si no voy a estar en julio?
La verdad es que ha estado muy bien. ¡Me encanta ir de campamento!
Si. Me encanta. Aunque no siempre ha sido así. Recuerdo la pena que me daba irme cada año con un montón de niños que no conocía (soy tímido) a un sitio lejos de casa, donde se come peor que en casa, se duerme peor que en casa, y además hay mosquitos. ¡Y pican! Porque antes no existían las pulseritas superchulas equipadas con repelente para bichos que te permiten llegar sano, salvo y con la piel intacta hasta el último día.
Pero bueno, el caso es que me gustan mucho los campamentos. Tienen algo muy especial. Compartir la vida con gente muy distinta a tí en medio de la naturaleza mola. Los juegos, las veladas, las guerras de agua, las tiendas de campaña, los fregaderos de platos... Mola. Y más aún cuando hay alguien que da sentido a todas las diversiones e incomodidades: Dios.
Si. Nada como compartir el gran punto común que tienes con todas esas personas que no conoces y te parecen tan distintas: la fe. ¡Qué hermoso es hablar todos un mismo idioma! Qué bonito es que en medio de las gynkanas y las canciones y bailes podamos celebrar juntos la Misa, y ofrecer juntos el día por la mañana, y dar gracias juntos por la noche...
Los días de campamento son siempre días muy especiales, quizás los más especiales del año, son la mejor forma de concluir un curso y empezar a pensar en el siguiente. Yo además siempre he creído que la vida es un continuo campamento. Quizás no siempre vivamos dentro de una tienda de campaña, pero siempre Dios nos pone personas buenísimas cerca para compartir el día a día. Quizás no siempre comamos en un plato de latón comprado en las rebajas de Decathlon, pero siempre podemos levantarnos y acostarnos dando gracias a Dios por el día que os regala. Quizás las preocupaciones, los agobios, los problemas del día a día puedan con nosotros algunas veces, pero nunca nunca, nadie nadie, puede arrebatarnos la fe que da sentido a todo eso (y es lo único).
Al volver de un campamento siempre hay chicos que me dicen que ya no va a ser igual, que ya no van a tener la misma alegría... Yo siempre respondo: esa alegría nos la da Dios, y nadie nos la puede arrancar. Estemos donde estemos.
Feliz día, querido lector, Dios te bendiga.
¡Díselo a todos! #EnMiCampamento ...
3 comentarios:
Claro, una de las mejores cosas que tiene Dios es que te lo llevas puesto a todas partes!
Feliz día también para ti :)
Patxi, llevas toda la razón del mundo porque Dios es quien nos da la felicidad. Yo también he ido de campamento, a Picos II y ha sido impresionante.
QDTB.
Me repugna esta mujer!
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