Ni las leyes, ni las elecciones, ni el consenso, ni el voluntarismo, ni un parlamento, ni una plataforma ciudadana, ni una recogida de firmas, ni una manifestación, ni un debate televisivo, ni miles de titulares en los medios, ni nuestros enfados...
SOLO EL EVANGELIO PUEDE TERMINAR CON LA CORRUPCIÓN.
Pero hay que meterlo en todo lo demás.
Feliz día.
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