Querido lector, hoy estamos celebrando la dedicación de las romanas basílicas de San Pedro y San Pablo. ¡Buen día para rezar por nuestro Papa Francisco, y por nuestro Papa emérito Benedicto! Y buena, muy buena, la lectura propia del Evangelio que la Misa nos propone para el día de hoy (opcional, claro, si se celebra esta fiesta de la dedicación), no puedo esconder que me encanta: Jesús caminando sobre las aguas, diciendo a sus discípulos que no tengan miedo (lo tenéis pinchando aquí, desde los versículos 45 a 53)
Este Evangelio es como nuestra vida misma, representada en la barquita a bordo de la cual van los discípulos (los que siguen a Jesús). El fuerte oleaje, los vientos, el movimiento inestable de la barca en el agua les hace temblar de miedo... ¿Y a quién no? ¿Quien no se ha sentido en ocasiones inseguro? ¿Quien no ha experimentado en alguna ocasión que toda su sólida vida se tambalea y amenaza con caer por no tener por cimiento mas que agua inestable? Y en esos momentos...puedes llegar a pensar, querido lector, que Dios no está. Que ha abandonada la barca, que todo ha sido una bonita ilusión pero la vida real es otra cosa (solo tempestades y oleajes). Y en esos momentos... ¡no te engañes! Porque Dios siempre está en tu vida.
¡Siempre está! En medio de las problemáticas tempestades Él está cerca, sufriendo contigo; en medio de los inseguros vientos, Él permanece a tu lado inamovible; en medio de las fuertes oleadas de miedo paralizador, Él está junto a ti para que puedas seguir hacia delante sin hundirte.
¡Tan hermoso es descubrir esto! ¡Tan bello vivir así! Dios siempre está con nosotros, no hay nada que Él no comprenda, pues Él también es uno de nosotros, para eso se ha hecho hombre, y todo lo humano cobra un sentido nuevo, único, si se mira con los ojos de Dios.
¿Dónde está Dios en medio de los sufrimientos, las atrocidades, el dolor, las injusticias, los desastres? Cerca, más cerca que nunca. En la cruz, sufriéndolo también en silencio, para mostrarnos que está con nosotros y comprende lo que todo ello significa. ¡Dios se ha hecho hombre! Querido lector, y qué alegría que así sea, pues por ello podemos ser felices, aún en las dificultades.
En fin, hasta aquí esta pequeña reflexión, amigo. Muchas otras cosas pueden decirse sobre esto, pero basta por hoy, esas son otras csas, así que mejor contarlas en otro momento. Hasta entonces... ¡Dios te bendiga!
2 comentarios:
Una sencilla palabra como comentario: gracias.
Me sumo a la celebración. Un abrazo
Publicar un comentario