martes, 23 de agosto de 2011

Capítulo 28. “Quiero estar aquí” (Benedicto XVI)


¡Hola, querido lector!

Está cálida semana de agosto me la he pasado en la JMJ. Muy probablemente tu también, y, en ese caso, sabrás bien de lo que hablo.
 
Yendo por la calle no hacía más que cruzarme con peregrinos de todos los países imaginables y no imaginables: italianos, alemanes, japoneses, irakies, brasileños, canadienses, australianos, tanzanos, precejistanos... Todos iban alegres. Habían venido a Madrid porque el Santo Padre, Benedicto XVI, les había convocado para la gran fiesta de los jóvenes cristianos del mundo.


La llegada del Papa a la Cibeles el jueves fue una fiesta, el Via-crucis del viernes lo fue también. En estos días de JMJ ha sido maravilloso ir por la calle saludando a personas desconocidas que estaban encantadas de encontrarse contigo y poder intercambiar una bandera, una cruz o sencillamente una oración.

El ambiente cristiano de alegría y gozo se trasladó el sábado a Cuatro Vientos. ¡Y qué calor hacía! Allí estábamos el millón y medio de peregrinos (probablemente mas) esperando a Benedicto XVI para tener la Vigilia de oración con él. En todo el día la gente no paraba de animar, de cantar, de rezar juntos... Y por fin... llega el Papa, y el júbilo se desborda. No es para menos.

Como sabrás, esa noche, cuando el Papa se disponía a empezar a hablarnos empezó a hacer mucho viento y nos vino encima una fuerte tormenta. Tanto viento hacía y tanta lluvia caía que Benedicto no pudo empezar su discurso. Pero no se movió de su silla, se quedó allí, sonriendo y mirando a los peregrinos.

Un buen amigo mío era el encargado de sujetar el micrófono al Papa durante la Vigilia. Era, de entre todos los peregrinos que acudimos a Cuatro Vientos, el que aquella noche estaba más cerca de Benedicto. Me ha contado como en varias ocasiones los secretarios del Santo Padre se acercaron para recomendarle que debía irse del escenario y resguardarse de la lluvia, pero Benedicto siempre les respondía que no, que no se iba, quería estar con los jóvenes. Me ha contado también como desde arriba no se dejaban de oír los gritos de “¡todo por el Papa!” o “¡esta es la juventud del Papa!”.

A Benedicto le daba igual que el solideo le saliera volando, que se le tambalease el paraguas, que le viéramos despeinado y empapado (nunca mejor dicho). Había venido a encontrarse con nosotros y quería estar allí.

La tormenta pasó y la Vigilia pudo continuar. El Santísimo se expuso y Benedicto XVI se quedó detrás de Él, orando de rodillas, mostrándonos así a Aquel a quien había venido a mostrarnos, al verdadero protagonista de la JMJ. Jesucristo. El silencio del millón y medio de jóvenes peregrinos era tan grande que podía escucharse. Nadie hablaba (o al menos puedo asegurar que ninguno de los miles de jóvenes que me rodeaban en mi cuadrante emitió ningún sonido), todos de rodillas adoraban a Dios. Sorprendente. Conmovedor.
 
Detrás de las cosas que vemos existen cosas que no vemos. Por ejemplo, detrás del beso de una madre a su hijo existe el amor que está le tiene, aunque ese amor no se vea. Durante esta JMJ, todos hemos podido sentir cosas invisibles detrás de las cosas visibles, cada uno de manera distinta y preciosa. ¿Qué está detrás de todo lo que hemos visto y oído en esta JMJ?, o, mejor dicho, ¿Quién está detrás?

¿Quién está detrás de esta continua alegría de los jóvenes peregrinos? ¿Quién está detrás de que Benedicto XVI no quisiera irse de Cuatro Vientos aquella noche? ¿Quién se esconde en medio de ese silencio de un millón y medio de almas? Yo tengo muy clara la respuesta, aunque no pueda meterla en un tarro y enseñártela para que me creas.

Tras haber dormido todos juntos en la #acampadacuatrovientos, el domingo llegaba el fin de la fiesta de Madrid, pero no el fin de la fiesta cristiana. Todos juntos celebramos la Eucaristía con Benedicto XVI. Al terminar, el Papa quiso darnos a todos un nuevo comienzo. Nos envió a dar testimonio de Aquel a quién no se ve pero siempre está, de Aquel por quien nos había reunido a todos en Madrid, de Aquel que da sentido a todo lo que hemos hecho por preparar y a todo lo que hemos vivido en esta JMJ.

Esto no es el fin de algo, sino el nuevo y apasionante comienzo de otro capítulo en la vida en Cristo. La JMJ se acaba (¡solo hasta el 2013 en Brasil!), los capítulos de este blog dedicados a la JMJ se acaban también, pero Dios nunca pasa: es como Benedicto XVI en la Vigilia, no se va porque quiere estar contigo.

¡Gracias por tu paciente lectura! Dios te bendiga, querido lector.