En estos días jotaemejoteros hemos visto todo tipo de artículos de opinión acerca de la visita del Papa a Madrid. Los ha habido positivos y negativos, desde el punto de vista espiritual, económico, pastoral, político... Se han escrito cosas muy buenas, y también muchísima porquería (¡escribir es gratis!), pero... ¿y el Papa qué ha dicho de la JMJ?
Cada vez que Benedicto XVI regresa de uno de sus viajes dedica la primera Audiencia General que tiene oportunidad a hacer un balance de cómo ha sido dicho viaje.
El día 24 de agosto, tras haber vuelto de Madrid, el Papa habló sobre los días que había pasado en España. De paso aprovechó para darnos el lema para las dos próximas Jornadas Mundiales de la Juventud. Os dejo sus palabras a continuación:
Hoy quisiera volver a recorrer brevemente con el pensamiento y con el corazón los extraordinarios días transcurridos en Madrid para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Fue, y lo sabéis, un acontecimiento eclesial emocionante; casi dos millones de jóvenes de todos los Continentes vivieron, con alegría, una formidable experiencia de fraternidad, de encuentro con el Señor, de compartir y de crecimiento en la fe: una verdadera cascada de luz. Doy gracias a Dios por este don precioso, que da esperanza para el futuro de la Iglesia: jóvenes con el deseo firme y sincero de arraigar sus vidas en Cristo, permanecer firmes en la fe, caminar juntos en la Iglesia. Un gracias a cuantos han trabajado generosamente por esta esta Jornada: el cardenal arzobispo de Madrid, sus Auxiliares, los demás Obispos de España y de otras partes del mundo, el Consejo Pontificio para los Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos. Renuevo mi reconocimiento a las autoridades españolas, a las instituciones y asociaciones, a los voluntarios y a cuantos han ofrecido el apoyo de la oración. No puedo olvidar la calurosa acogida de sus Majestades los Reyes de España, como también de todo el país.

El día siguiente, la Santa Misa en la Catedral de la Almudena, en Madrid, con los seminaristas: jóvenes que quieren arraigarse en Cristo para hacerlo presente un mañana, como sus ministros. ¡Auguro que crezcan las vocaciones al sacerdocio! Entre los presentes había más de uno que había oído la llamada del Señor precisamente en las precedentes Jornadas de la Juventud; estoy seguro de que también en Madrid el Señor ha llamado a la puerta del corazón de muchos jóvenes para que le sigan con generosidad en el misterio sacerdotal o en la vida religiosa. La visita a un Centro para los jóvenes discapacitados me hizo ver el gran respeto y amor que se nutre hacia cada persona y me dio la ocasión de dar las gracias a los miles de voluntarios que dan testimonio silenciosamente del Evangelio de la caridad y de la vida. La Vigilia de oración por la noche y la gran Celebración eucarística conclusiva del día después fueron dos momentos muy intensos: por la noche una multitud de jóvenes en fiesta, para nada atemorizados por la lluvia y por el viento, permaneció en adoración silenciosa de Cristo presente en la Eucaristía, para alabarlo, darle gracias, pedir ayuda y luz; y después, el domingo, los jóvenes manifestaron su exuberancia y su alegría de celebrar al Señor en la Palabra y en la Eucaristía, para insertarse cada vez más en Él y reforzar su fe y vida cristiana. En un clima de entusiasmo encontré a los voluntarios a quienes di las gracias por su generosidad y con la ceremonia de despedida dejé el país llevando en el corazón estos días como un gran don.
Queridos amigos, el encuentro de Madrid ha sido una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo ante todo. Para la multitud de jóvenes, procedentes de todos los rincones de la tierra, ha sido una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiarse experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar el compromiso de arraigar la propia vida en Cristo, Amigo fiel. Estoy seguro de que han vuelto a sus casas y vuelven con el firme propósito de ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe. Por mi parte sigo acompañándolos con la oración, para que permanezcan fieles a los compromisos asumidos. A la intercesión maternal de María, confío los frutos de esta Jornada.

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