¡Qué grande es la figura de Jesús de Nazaret! Creyentes, agnósticos, ateos... Jesucristo no deja indiferente a nadie, toda persona tiene, para bien o para mal, algo que decir de Él. ¿Quién es Jesucristo, querido lector? Cuanto mejor cimentada en la verdad esté la respuesta a esta pregunta en tu vida con mayor belleza brillará Dios para los demás en todas tus palabras y obras.
De vez en cuando sale a la palestra la respuesta de alguna persona famosa en la típica entrevista de turno. Bastante interesantes algunas, muy penosas otras... Y hace unos días fue Elena Valenciano, la candidata del PSOE a las elecciones europeas la que dijo que en su juventud transitó de Jesucristo a la revolución...
"Para mí fue un poco lo mismo, Jesucristo y la revolución, después, el Che Guevara y en España Felipe Gonzalez. Para mí todo eso está un poco en la misma lógica, son gente que sale a defender a los demás, en eso sí creo". ¡Literal!
¡Este no es un blog de política, ni está entrada pretende serlo! Pero hay que fijarse en el hecho de que Elena Valenciano será, según las encuestas, la representante primera de varios millones de votos de españoles en Europa. Mucha gente tiene la misma opinión y hace alegremente esa comparación de Cristo revolucionario sin preocuparse demasiado, ella es famosa y por ello aquí lo recojo.
Es cierto, Jesucristo fue un revolucionario, y su revolución llega hasta hoy, pero poco tiene que ver con las revoluciones humanas que nos traen algunos políticos, y mucho menos con la revolución del Che Guevara. Es fácil verlo, basta comparar su vida.
Ernesto Che Guevara, revolucionario, su imagen es icono en camisetas y gorras de muchos jóvenes (y no tanto). ¿Cómo fue su revolución? Fusil en mano, terminando con todo aquel que estuviera en contra de aquella utopía tan maravillosa que el y sus compañeros llevaron por las sierras de Cuba. Hoy vemos sus frutos. Una revolución humana.
Jesucristo trajo también la revolución, ¡ y mucho antes! Una revolución al modo de Dios, la revolución de la cruz, consistente no en matar sino en dejarse matar, no en morir de pie sino en morir inclinado y perdonando a sus propios asesinos, no en imponer una utópica ideología desde arriba sino presentar y ofrecer su propia persona con la humildad de quién está por debajo. Es el modo de hacer las cosas que Dios tiene, amigo lector.
La revolución de Jesucristo se prolonga en el tiempo, es la revolución de los santos, personas que han tenido como máxima ley en su vida aquello de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Seguro que conoces muchos ejemplos, también anónimos, porque también vemos sus frutos.
Esa revolución cambió el mundo y lo sigue haciendo, los hombres y las mujeres de Dios siguen hoy poniendo amor donde hay odio, unidad donde hay división, perdón donde hay rencor, dignidad donde hay rechazo, humanidad donde hay barbarie. Los santos siempre ponen aquello de lo que más carece una sociedad, siempre ha sido así, y lo seguirá siendo.
Estos valores bonitos que tenemos hoy, de los que tanto se habla en mítines políticos: caridad, respeto, igualdad, solidaridad, fraternidad, libertad, tolerancia... son fruto de siglos y siglos de la revolución de los santos. Sacar a Dios de estos valores supondrá al final que dejemos de tenerlos...
¿Quién es Dios para mi? Lo tengo claro, no sigo revoluciones humanas porque esas siempre salen mal, pero a un Dios que muere por mí si merece la pena seguirle con toda la vida. ¡Que Él te bendiga, querido lector!
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