Querido lector, si sales a la calle te darás cuenta de la cantidad de gente buena que hay en todos lados. Gente con ganas de ayudar a los demás, con buenos valores que transmitir, con ánimo de colaborar para hacer de este un mundo mejor. Es hermoso ver cómo la solidaridad se multiplica en estos tiempos de crisis, ¡ver personas buenas! Y yo de vez en cuando oigo aquello de "¡Padre! Es que yo conozco gente muy buena que no va a la Iglesia y se portan mejor que otros que si van". Y yo les digo siempre: "Pues si. Tiene usted toda la razón".
Es verdad, querido lector, el mundo está lleno de gente buena que no es cristiana, porque para ser bueno no hace falta ser cristiano (¡no te escandalices, por favor!). ¡Un musulmán puede ser bueno, un budista puede ser bueno, un agnóstico puede ser bueno, un ateo puede ser bueno! Es más: deben serlo, igual que un cristiano. Deben encontrar y seguir la voz que inclina al Bien que tenemos en el corazón y que casa perfectamente con nuestra naturaleza. ¡Estamos hechos para el Bien! Aunque muchas veces hacemos el mal o dejamos de hacer ese bien.
Para los cristianos ser buenos no es lo primero, ¡lo primero es seguir a Cristo! (lo llevamos en el nombre). Y es desde el seguimiento de Cristo desde donde se entienden plenamente y de forma preciosa el resto de valores: ser buenos, solidarios, amables, justos, amigables, pacientes... ¡Tenemos que ser buenos, pero lo primero es seguir a Cristo! Y hay que tener claro que...
Los que seguimos a Cristo nos sabemos pecadores, es mas, cuanto uno más conoce el corazón de Dios mas pequeño se siente ante Él. El Papa Francisco nos lo recordó no hace mucho diciendo que "la Iglesia no es un museo de santos sino un hospital de pecadores".
Los que seguimos a Cristo sabemos que la misericordia de Dios es infinita, e infinitamente mas grande que el pecado. Necesitamos continuamente recibir la gracia del perdón de Dios, necesitamos tener la humildad de acudir a que Dios nos levante cuando caemos. Nos cansamos de caer, nos cansamos de levantarnos por nuestras fuerzas, pero, también en palabras del Papa, "Dios no se cansa nunca de perdonar".
Los que seguimos a Cristo aspiramos a la santidad. Un cristiano que no quiera ser santo y se conforme con ser mas o menos bueno no ha entendido del todo el Evangelio. Cristo es el centro de nuestra vida desde el que podemos vivir el mandamiento principal, que no es una regla sino que es Amor. Este mandamiento, en palabras de Jesucristo, es tan sencillo como "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza. Y al prójimo como a ti mismo".
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