jueves, 5 de mayo de 2011

Capítulo 22. Beato Juan Pablo II, ruega por nosotros

¡Feliz Pascua, querido lector! 

¡Y muchas felicidades! Porque la Iglesia entera está hoy de enhorabuena. Juan Pablo II ya es Beato. Hace seis años llorábamos su pérdida al tiempo que dábamos muchas gracias a Dios por su vida. El mundo entero, creyentes y no creyentes, reconocía la magnitud de su vida. Hoy de nuevo agradecemos al Señor la vida de Juan Pablo II, una vida de entrega hasta el final por Cristo y los hombres.

Quizás estuviste en Roma este fin de semana, o lo viste por la tele, aquello era impresionante. Un millón y medio de personas (se escribe pronto) se reunieron en las calles de la Ciudad Eterna para seguir la ceremonia de beatificación. Esta patata que escribe (o papa, que dicen en Perú) también estuvo allí. 

Era precioso ver aquello, lo grande que es la Iglesia. Miles de polacos invadían las calles romanas, italianos (por supuesto), españoles, franceses, ingleses... Y de muchos lugares más que se te puedan ocurrir. Me sorprendió ver gente de países como Rusia, Corea del Sur, Brasil, Australia, Japón, Guatemala... El ambiente era de gran alegría, las mujeres africanas, vestidas con túnicas de colores con la cara del Papa estampada, bailaban y daban palmas; se oían cantos de aclamación al nuevo Beato en todos los idiomas posibles; muchos grupos de gente rezaban el rosario o los Laudes sentados en las aceras... La mayoría habían pasado la noche allí para poder estar lo más cerca posible de la Plaza de San Pedro.

Lo más emocionante fue la beatificación. Los aplausos duraron varios minutos después que Benedicto XVI proclamara Beato a su antecesor. El Papa nos habló en la homilía de la profunda fe en Dios de Juan Pablo II, para quien (la dicha) fe y (la) vida era una misma cosa: 

Queridos hermanos y hermanas, hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado. (...)

Doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado». ¿Y cuál es esta «causa»? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona. (...) Juan Pablo II ayudó a no tener miedo de la Verdad, porque la Verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redentor del hombre. 

Grupos muy famosos como Queen, Iron Maiden o Metallica han dado conciertos ante 300.000 personas. ¿Qué tendría Juan Pablo II apara que un millón y medio vayan a Roma para su beatificación y decenas de millones más la sigan en todo el mundo? Era Santo. Su vida, amando a todos los hombres, testimonió ese amor que Dios tiene por cada persona. Y hoy intercede por nosotros desde el Cielo. Benedicto XVI quiso concluir la homilía pidiendo esa intercesión para todos. 

¡Dichoso tú, amado Papa Juan Pablo, porque has creído! Te rogamos que continúes sosteniendo desde el Cielo la fe del Pueblo de Dios. Desde el Palacio nos has bendecido muchas veces en esta Plaza. Hoy te rogamos: Santo Padre: bendícenos. Amén. 
 
Y a todo esto, Juan Pablo II fue quien inventó y regaló las JMJs a todos los jóvenes del mundo. Estamos muy cerquita de que queden 100 días para la de Madrid, ¡y bajando!
 
Quizás te has fijado que la palabra Perú aparece dos veces en este capítulo. No es casual, pronto vamos a hablar de un grupo de personas muy especial que van a venir desde ese bonito país a nuestra diócesis para la JMJ, y hablaremos también de los jóvenes que cada año van a su tierra para vivir una experiencia de misión. Como son otras historias tendrán que ser contadas en otro momento. 

Que Dios te bendiga en todo lo que hagas hoy, querido lector.


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